Claude Sautet jamás fue un nombre de primerísima fama porque su clasicismo no se alineaba con las teóricas vanguardias que otros abanderaban. No le hizo falta para contar mejor que la mayoría los asuntos del corazón.

Para esta película extraordinaria se inspiró en un relato escrito por Mijaíl Lérmontov en 1839, "La Princesa Mary", que ya hablaba de los mecanismos del enamoramiento y sus manipulaciones.

Sautet, traslandándolo a su París contemporáneo, le retiró niveles de cinismo y le sumó una ambigüedad indefinible, hablando de la gelidez emocional o el pánico a abrirse, apoyándose en unas sutilísimas actuaciones de Daniel Auteuil y Emmanuelle Béart, y unas maravillosas piezas musicales de Ravel.

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